Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 23.
Hoy meditaremos sobre los misterios de dolor de la vida de Jesús y
María.
Podemos decir que toda la vida de Jesús, con san José y la Virgen, es
como un tapiz, en el que se van entrelazando los hilos de diferentes colores
para formar una imagen. Podemos comprender esta comparación si miramos un
tejido artesanal, o quizá nosotros mismos hemos hecho una tarea así.
En la vida de la Sagrada Familia hay momentos de alegría y momentos de
pena, como en nuestras propias familias. El amor de los cristianos lo tenido
siempre en cuenta, y lo ha meditado con prácticas de oración muy antiguas, como
los gozos y dolores de san José y los de la Virgen. Todo va llevando a la luz
de la Resurrección, en donde ya todo es alegría…
Nuestra Señora acompañó siempre a su Hijo desde el silencio con su
oración. Y cuando llegó el momento del máximo sufrimiento de Jesús, allí estuvo
Ella, junto a la Cruz. Las mujeres lo acompañaban llorando. Los discípulos
habían escapado con miedo, aunque uno de ellos, Juan, el discípulo amado, se
arrepintió pronto y estuvo también junto a la Cruz. En ese momento, Jesús hizo
algo muy importante: nos dejó como Madre a su propia Madre. Mirándola con amor,
le dijo: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”; y a Juan le dijo: “¡Ahí tienes a tu
Madre!”.
En ese apóstol estábamos representados todos los cristianos, los que
somos hijos de Dios por el bautismo. Por eso decimos que la Virgen es “nuestra
mamá del cielo”, la que tiene por cada uno de nosotros un amor más grande y más
intenso que el de todas las madres juntas.
Un gran santo, que desde pequeño amaba mucho a Nuestra Señora, san Juan
María Vianney, más conocido como el Santo Cura de Ars, llega a decir que el
amor de todas las mamás juntas comparado con el de la Virgen es como un pedazo
de hielo.
Pero, además, es un amor no sólo tierno sino poderoso: Ella consigue de
la bondad de Dios todo lo que necesitamos y le pedimos por medio de Ella, si es
verdaderamente para nuestro bien.
Para finalizar, después de haber reflexionado, rezaremos la Coronilla
del Amor a la Sagrada Familia.
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