jueves, 25 de abril de 2019

DÍA 23 de la Preparación para consagrarse a la Virgen


Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos o leemos la reflexión del día 23.
Hoy meditaremos sobre los misterios de dolor de la vida de Jesús y María.
Podemos decir que toda la vida de Jesús, con san José y la Virgen, es como un tapiz, en el que se van entrelazando los hilos de diferentes colores para formar una imagen. Podemos comprender esta comparación si miramos un tejido artesanal, o quizá nosotros mismos hemos hecho una tarea así.
En la vida de la Sagrada Familia hay momentos de alegría y momentos de pena, como en nuestras propias familias. El amor de los cristianos lo tenido siempre en cuenta, y lo ha meditado con prácticas de oración muy antiguas, como los gozos y dolores de san José y los de la Virgen. Todo va llevando a la luz de la Resurrección, en donde ya todo es alegría…
Nuestra Señora acompañó siempre a su Hijo desde el silencio con su oración. Y cuando llegó el momento del máximo sufrimiento de Jesús, allí estuvo Ella, junto a la Cruz. Las mujeres lo acompañaban llorando. Los discípulos habían escapado con miedo, aunque uno de ellos, Juan, el discípulo amado, se arrepintió pronto y estuvo también junto a la Cruz. En ese momento, Jesús hizo algo muy importante: nos dejó como Madre a su propia Madre. Mirándola con amor, le dijo: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”; y a Juan le dijo: “¡Ahí tienes a tu Madre!”.
En ese apóstol estábamos representados todos los cristianos, los que somos hijos de Dios por el bautismo. Por eso decimos que la Virgen es “nuestra mamá del cielo”, la que tiene por cada uno de nosotros un amor más grande y más intenso que el de todas las madres juntas.
Un gran santo, que desde pequeño amaba mucho a Nuestra Señora, san Juan María Vianney, más conocido como el Santo Cura de Ars, llega a decir que el amor de todas las mamás juntas comparado con el de la Virgen es como un pedazo de hielo.
Pero, además, es un amor no sólo tierno sino poderoso: Ella consigue de la bondad de Dios todo lo que necesitamos y le pedimos por medio de Ella, si es verdaderamente para nuestro bien.
 Pidamos a María que tener un gran amor a su Hijo, para no ofenderlo y no apartarnos de Él por el pecado, y una gran confianza en su amor al rezar
Para finalizar, después de haber reflexionado, rezaremos la Coronilla del Amor a la Sagrada Familia.

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