jueves, 25 de abril de 2019

DÍA 18 de la Preparación para consagrarse a la Virgen


Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos o leemos la reflexión del día 18.
Jesús fue un niño como nosotros. Pero no era un niño cualquiera. Es el Hijo de Dios hecho hombre.
En el catecismo aprendemos lo que nos dice la Palabra de Dios, la Biblia, y nos enseña la Iglesia. Con el estudio y la oración, vamos comprendiendo cada vez un poco más quién es Dios, su Amor y su Poder, cómo nos rescatado del pecado.
Ya desde el inicio de la Historia, luego del Pecado Original, Dios anunció que enviaría a su Hijo para salvarnos. Y esta Promesa la fue recordando a lo largo de los años… Y así, mucho, mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús, 700 años antes, dijo por medio del profeta Isaías: “He aquí que una Virgen concibe y da a luz un hijo, y le pone por nombre «Emmanuel», que significa «Dios con nosotros»” (Isaías 7, 14).
Un profeta es una persona a la cual Dios le da un mensaje para la humanidad, le hace conocer alguien que nadie puede saber si Dios no se lo hace conocer.
Otro profeta, Miqueas, 500 años antes de nacer Jesús, dijo: “Y tú, Belén Efratá, no eres la menor entre todas las tribus de Judá, pues de ti me nacerá el que ha de gobernar a mi pueblo” (Miqueas 5, 1).
Todo esto se refería al nacimiento de Jesús, que ocurrió en ese pequeño pueblo llamado Belén, a poca distancia de Jerusalén, la capital de Judea.
Cuando Jesús nació, los ángeles anunciaron esa buena noticia a unos pastores, los cuales, mientras los ángeles cantaban «¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Él ama», fueron rápidamente y encontraron a Jesús recién nacido, recostado en un pesebre, en medio de los animales, bajo la mirada amorosa de María y de José, que lo abrigaron en esa noche fría con unos pañales.
Varios días después llegaron también, desde tierras lejanas, del Oriente, unos hombres sabios y poderosos. Eran los Reyes Magos, que venían siguiendo la estrella para adorar al Niño. Todo esto es lo que celebramos en la Navidad.
Pensemos con admiración que Dios nos ama tanto y desea estar con nosotros que, para que no le tengamos miedo, quiso hacerse como nosotros y nacer como un niño pequeño y débil.
Para finalizar, después de haber reflexionado, rezaremos la Coronilla del Amor a la Sagrada Familia.

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