Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”,
escuchamos o leemos la reflexión del día 13.
* * *
Hoy meditaremos sobre la quinta aparición de Nuestra Señora.
Nos cuenta Lucía: el jueves 13 de setiembre, al aproximarse la hora
indicada por la Virgen, fui a Cova de Iría con Jacinta y Francisco entre
numerosas personas, 30.000, que con dificultad nos dejaban pasar. Los
caminos estaban desbodantes de gente: todos nos querían ver y hablar.
Mucha gente del pueblo venían a pedirnos que presentáramos sus necesidades
a Nuestra Señora. Otros, no pudiendo llegar junto a nosotros, gritaban de
lejos. Oíamos... -¡Pidan que me cure
a mi hijo invalido!....a mi hijo ciego...a mi hija muda....que me traiga a mi
esposo que está en la guerra...que convierta a un pecador...que estoy
tuberculoso...etc...
Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad y algunos
gritaban subidos a los árboles.
Por fin llegamos a Cova de Iría, y al alcanzar la encina comenzamos a recitar
el rosario con la gente. Un poco más tarde vimos el reflejo de luz y enseguida,
sobre la encima, a nuestra Señora, que dijo:
-"Continuad rezando el rosario para alcanzar el fin de la guerra. En octubre
vendrá también nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen, y San
José con el Niño Jesús para bendecir al mundo. Dios está contento con vuestros
sacrificios, pero no quiero que durmáis con la cuerda puesta: llevadla solamente
durante el día."
La Virgen lo decía porque los tres niños llevaban una cuerda atada a la
cintura. Era uno de las más dolorosas mortificaciones que ofrecían por la
conversión de los pecadores. A veces, no comían su merienda, o dejaban de tomar
agua. Pero los sacrificios más grandes en la misión que la Virgen les encomendó
eran los maltratos, la curiosidad y las molestias de la gente, las interminables
visitas, tántas preguntas, la persecución, la burla, la prisión, etc.
-"Curaré a algunos enfermos, pero no a todos. En
octubre haré el milagro para que todos crean."
Debemos
darnos cuenta de que Dios
no quiere que las personas sufran, sean malas ni se condenen. Pero, si se
apartan de Dios y no se arrepienten, los males del mundo irán en aumento.
Para finalizar, después de haber reflexionado, rezaremos la
Coronilla del Amor a la Sagrada Familia.
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