ORACIONES de la Preparación
- Apariciones del Ángel de la Paz (1916) - VIDEO
- PELICULA "Los Niños y el Sol"
- VIDEO PROMOCIONAL | Mater Fátima 2020, Centenario ...
- CORONILLA: cómo rezarla (imagen)
- La "Señal de la Cruz" cantada
- El "Padre nuestro" cantado
- El "Ave María" cantado
- 2a etapa: Conocer mejor a María Santísima
- AUDIOS de la 3a Etapa de preparación a la Consagra...
miércoles, 2 de octubre de 2019
lunes, 13 de mayo de 2019
domingo, 12 de mayo de 2019
martes, 7 de mayo de 2019
DÍA 33 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 33.
En este último día de nuestra preparación, meditaremos sobre la partida
al cielo de Jacinta, la más pequeña, que fue un 20 de febrero de 1920.
Como su hermano Francisco, ella sufrió una larga y dolorosa enfermedad,
que ella ofrecía por los pecadores, como se lo había pedido Nuestra Señora.
Ya en la primera aparición del 13 de mayo, la Virgen les había dicho:
-Tendréis mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra
fortaleza.
Cuando estaba enferma, María Santísima la visitó varias veces. Jacinta
decía:
– Nuestra Señora me ha dicho que voy a ir a Lisboa, a otro hospital, que
no volveré a verte, ni a mis padres; que después de sufrir mucho, moriré sola;
pero que no tenga miedo: Ella me irá a buscar para llevarme al Cielo.
Y abrazándome, decía llorando:
– Nunca más volveré a verte; tú no irás a visitarme allí. ¡Oye! reza
mucho por mí, que moriré solita.
– No pienses en eso – le dije.
– Déjame pensar, porque cuanto más pienso, sufro más. Y yo quiero sufrir
por amor a Nuestro Señor y por los pecadores. Y, además, no me importa; Nuestra
Señora me irá a buscar allí para llevarme al Cielo.
A veces, besaba un crucifijo y lo abrazaba..
Una vez le pregunté:
– ¿Qué vas a hacer en el Cielo?
– Voy a amar mucho a Jesús, al Inmaculado Corazón de María; pediré mucho
por ti, por los pecadores, por el Santo Padre, por mis padres y hermanos, y por
todas esas personas que me han dicho que pida por ellas.
Llegó por fin el día de salir para Lisboa; la despedida partía el
corazón.
Permaneció mucho tiempo abrazada a mi cuello, y decía llorando:
– Nunca más volveremos a vernos. Reza mucho por mí hasta que yo vaya al
Cielo; después, cuando yo esté allí, pediré mucho por ti.
De Lisboa me mandó todavía decir que Nuestra Señora ya la había ido a
ver; que le había dicho la hora y el día en que moriría, y me recomendaba que
fuese muy buena.
Queridos niños, querida familia: demos gracias a Dios y a Nuestra Señora porque nos han ayudado a llegar al final de este camino de preparación. Y
pidámosles que, desde el día de nuestra Consagración, seamos cada día más
buenos, según el deseo de Jesús y de su Madre y el ejemplo de los santos.
Para terminar, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
DÍA 32 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 32.
Hoy recordaremos la partida al cielo de Francisco, el primero a quien
vino a llevar Nuestra Señora.
Estuvo un tiempo enfermo y debió guardar cama. Lucía recuerda que le
pregunto uno de los últimos días:
– ¿Pediste al Señor escondido para que el señor cura me dé la Sagrada
Comunión?
– Lo pedí, respondió ella.
Y él le dijo: Después en el Cielo pediré por ti.
Cuando volví al anochecer ya estaba radiante de alegría. Se había
confesado y el Cura había prometido llevarle al día siguiente la Sagrada
Comunión. Después de comulgar al día siguiente, decía a su hermanita:
– Hoy soy más feliz que tú, porque tengo dentro de mi pecho a Jesús escondido.
Yo me voy al cielo; pero desde allí voy a pedir mucho al Señor y a la Virgen
para que pronto os lleve también allí.
Ese día, casi todo lo pasé con Jacinta junto a su cama. Como ya no podía
rezar, nos pedía que rezásemos nosotros el Rosario por él.
Cuando era de noche, me despedí de él:
– Francisco, adiós. Si fueras esta misma noche al Cielo, no te olvides
de mí. ¿Has escuchado?
Él me dijo: No me olvido, no. Quédate tranquila.
Y agarrándome la mano derecha, la apretó con mucha fuerza durante un
buen rato, mirándome con lágrimas en los ojos…
– ¿Deseas alguna cosa más? –le pregunté con lágrimas que también me
corrían por las mejillas.
– No –me respondió con voz apagada.
Como la escena estaba poniéndose demasiado conmovedora, mi tía me pidió
que saliese del dormitorio.
– Entonces, adiós, Francisco, hasta el Cielo, le dije.
– Adiós, hasta el Cielo, respondió él.
Y el Cielo se aproximaba. Allá voló al día siguiente, a los brazos de la
Madre Celestial.
Lucía amaba mucho a sus primitos, Francisco y Jacinta. Por eso, aunque
sabía que iban al cielo, siguió sintiendo por mucho tiempo una gran pena por su
muerte.
Ella dice Es una espina triste que atraviesa mi corazón a lo largo de
los años.
Ofrezcamos a Jesús nuestro dolor sabiendo que después de los
sufrimientos de este mundo nos reencontraremos en su Presencia, si cumplimos
sus deseos y el pedido del Corazón Inmaculado de Nuestra Señora..
Para terminar, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
DÍA 31 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 31.
Estamos llegando al final de nuestro camino de preparación para
consagrarnos, para entregarle nuestro corazón y toda nuestra vida a Jesús, por
medio de nuestra Señora.
Jesús y María nos aman mucho, y nosotros debemos también amarlos mucho a
ellos, y querer que otros los conozcan y amen. Esta es la gran misión que la
Virgen le dio a nuestros tres amiguitos, los pastorcitos de Fátima.
Después de las apariciones del año 1917, Francisco y Jacinta tuvieron
otras visiones, antes de que Nuestra Señora los llevase al cielo, y también
Lucía, en su larga vida. Por ejemplo, estando ya en el convento, el 10 de
diciembre del año 1925, se le apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso
en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el
hombro, le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado
de espinas.
Al mismo tiempo, dijo el Niño:
– Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de
espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga
un acto de reparación para arrancárselas.
Y le pide la práctica de los cinco primeros sábados. En febrero del año
siguiente, vuelve a aparecérsele el Niño Jesús, esta vez solo, y le pregunta:
– ¿Has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?
Y diciendo esto, se transforma en un Niño resplandeciente. Conociendo entonces
que era Jesús, Lucía le cuenta las dificultades que encuentra.
Jesús le dice:
– Es cierto, hija mía, que muchas almas comienzan los cinco primeros
sábados, pero pocas los acaban; y las que los terminan, es con el fin de
recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que los
hagan con fervor y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del Cielo,
que aquellas que hagan los todos los misterios del rosario con tibieza e
indiferencia.
Pidamos a Jesús que nuestro amor a Él y a su Madre sea siempre fuerte,
y todo lo que hagamos, sea rezar, aceptar un sufrimiento o realizar una buena
acción, lo hagamos con generosidad y alegría..
Para terminar, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
DÍA 30 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 30.
Cuando conocemos las apariciones de Nuestra Señora a Lucía, Jacinta y
Francisco, vemos cómo ellos compartieron la misma experiencia de amor de Dios,
pero cada uno de una manera distinta.
A Francisco una de las cosas que más le impresionó fue la tristeza de
Dios y de la Virgen. Así lo cuenta Lucía en sus Memorias…
Lo que más le impresionó y absorbió era Dios, la Santísima Trinidad, en
esa luz inmensa que nos penetraba hasta en lo más íntimo del alma. Después él
decía:
– Estábamos ardiendo en aquella
luz y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? ¡No se puede decir! Esto sí que nadie
lo puede decir. Da pena que esté tan triste. ¡si yo le pudiese consolar!
Francisco era de pocas palabras; y para hacer su oración y ofrecer sus
sacrificios, le gustaba ocultarse hasta de Jacinta y de mí. No pocas veces le
sorprendíamos detrás de una pared o de un matorral, donde, de una manera
disimulada, se había escapado de los juegos para de rodillas, rezar o pensar,
como él decía, en Nuestro Señor, que estaba triste por causa de tantos pecados.
Un día le pregunté:
– Francisco, a ti, ¿qué te gusta más: consolar a Nuestro Señor, o
convertir a los pecadores para que no vayan más almas al infierno?
– Me gusta mucho más consolar a Nuestro Señor. ¿No te fijaste como
Nuestra Señora, en el último mes, se puso tan triste cuando dijo que no se
ofendiese más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido? Yo deseo consolar
a Nuestro Señor, y después convertir a los pecadores para que nunca más lo
vuelvan a ofender.
Cuando íbamos a la escuela, a veces, me decía:
– Ahora, tú vas a la escuela. Yo me quedo aquí en la iglesia, junto a
Jesús escondido. Yo no necesito aprender a leer, pues dentro de muy poco me iré
al Cielo. Cuando regreséis, pasad por aquí a llamarme.
Y allí le encontraba cuando regresaba.
Admirando el gran amor de Francisco a nuestro Señor, pidamos que
también nosotros tengamos el deseo de estar con él e ir al cielo.
Para terminar, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
lunes, 6 de mayo de 2019
DÍA 29 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 29.
Hoy meditaremos sobre el gran amor que tuvo la pequeña Jacinta a los pecadores
y los sacrificios que estaba dispuesta a hacer por su conversión. Dejemos que
la misma Lucía nos lo cuente…
¿Cómo es que Jacinta, siendo tan pequeñita, se dejó llenar y llegó a
comprender tan gran espíritu de mortificación y penitencia?
Me parece a mí que fue debido: primero, a una gracia especialísima que
Dios le concedió, por medio del Inmaculado Corazón de María. Segundo, viendo el
infierno y las desgracias de las almas que allí padecen.
Algunas personas, incluso piadosas, no quieren hablar a los niños
pequeños sobre el infierno, para no asustarlos. Sin embargo, Dios no dudó en
mostrarlo a tres y una de ellas contando apenas seis años; y Él bien sabía que
había de horrorizarse hasta el punto de, casi me atrevería a decir, morirse de
susto.
Con frecuencia se sentaba en el suelo o en alguna piedra y, pensativa,
comenzaba a decir:
– ¡El infierno! ¡El infierno! ¡qué
pena tengo de las almas que van al infierno!
Y, asustada, se ponía de rodillas, y con las manos juntas, rezaba las
oraciones que Nuestra Señora nos había enseñado:
– ¡Oh Jesús mío, perdónamos,
líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas,
especialmente a aquellas que más lo necesitan!
Y permanecía así, durante largo tiempo, de rodillas, repitiendo la misma
oración. De vez en cuando me llamaba a mí o a su hermano (como si despertara de
un sueño):
– Francisco, Francisco, ¿vosotros
rezáis conmigo? Es preciso rezar mucho, para librar a las almas del infierno.
¡Van para allá tántas! ¡tántas!
Otras veces preguntaba:
– ¿Por qué Nuestra Señora no muestra el infierno a los pecadores? ¡Si
ellos lo vieran, no pecarían para no ir allá! Has de decir a aquella Señora que
muestre el infierno a toda aquella gente... ¡Verás cómo se convierten!
Pensemos que Jesús, nuestro Buen Pastor, nos ama mucho; y porque nos
ama, ha querido también advertirnos de la existencia del infierno, no para que
vivamos con miedo, sino para que busquemos su perdón, la protección de su Madre
y de nuestro ángel de la guarda y recemos por los pecadores.
Para terminar, rezamos la novena y las letanías en honor de los santos
Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos añadir también la Coronilla
del Amor de la Sagrada Familia.
domingo, 5 de mayo de 2019
DÍA 28 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 28.
Los tres pastorcitos amaban mucho a Dios y a Nuestra Señora, y también
amaban a su familia. Por eso, sufrían mucho por los problemas que nunca faltan
en el hogar.
Cuando nuestros niños recibieron las visitas del cielo, ocurría la
primera guerra mundial, y todas las familias debieron enviar hijos, hermanos y
esposos al combate.
Nos cuenta Lucía: “Jacinta tenía para el baile una inclinación especial
y mucho arte. Me acuerdo que un día lloraba por uno de sus hermanos que estaba en
la guerra y creía muerto. Para distraerla empecé a bailar con dos de sus hermanos;
y la pobre criatura comenzó a bailar y al mismo tiempo a limpiarse las lágrimas
que le corrían por la cara.
La familia de Lucía, por su parte, tuvo que sufrir pérdidas y ausencias.
Así lo cuenta: “Mi madre, al ver que escaseaban los medios de subsistencia,
decidió que mis dos hermanas, Gloria y Carolina, fuesen a trabajar de
sirvientas. Quedó entonces en casa mi hermano, para cuidar los campos que nos
quedaban; mi madre que cuidaba de las cosas de casa y yo que pastoreaba nuestro
rebaño. Mi pobre madre vivía sumergida en una profunda amargura y, cuando por
la noche nos juntábamos los tres en el hogar, esperando a mi padre para cenar,
mi madre, al ver los lugares de sus otras hijas vacíos, decía con una profunda
tristeza:
– ¡Dios mío! – ¿Adónde fue la alegría de esta casa?
E inclinando la cabeza sobre una pequeña mesa que tenía a su lado,
lloraba amargamente. Mi hermano y yo llorábamos con ella. Era una de las
escenas más tristes que he presenciado. Y yo sentía el corazón desgarrado de
tristeza por mis hermanas y por la amargura de mi madre.
A pesar de ser niña, comprendía perfectamente la situación en que nos
encontrábamos. Recordaba, entonces, las palabras del Ángel: «Sobre todo,
aceptad, sumisos, los sacrificios que el Señor os envía». Me retiraba,
entonces, a un lugar solitario para no aumentar con mi sufrimiento el de mi
madre. Allí, de rodillas, postrada sobre las losas, dejaba caer mis lágrimas y
ofrecía a Dios mis sufrimientos.
Pidamos al Señor tener fortaleza para sufrir con amor.
Para terminar, rezamos la novena y las letanías en honor de los santos
Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos añadir también la Coronilla
del Amor de la Sagrada Familia.
sábado, 4 de mayo de 2019
DÍA 27 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 27.
Hay un hecho muy curioso en la experiencia espiritual de nuestros tres
amiguitos, Jacinta, Francisco y Lucía, en las apariciones de Fátima.
Lucía, la mayor, era la que hablaba con el ángel y con Nuestra Señora;
Jacinta veía y oía, pero no hablaba; y Francisco, solamente veía.
No debemos apresurarnos a interpretar lo que Dios tenía preparado a cada
uno de ellos. Dios nos ama a cada uno con un amor único e irrepetible, y para
cada uno tiene un modo distinto de comunicarse, aunque vivamos unidos en el
amor.
Hablando del temperamento de Francisco, nos dice Lucía en sus
“Memorias”: “Francisco no parecía hermano de Jacinta, sino en la fisonomía del
rostro y en la práctica de la virtud. No era tan caprichoso y vivo como ella.
Al contrario, era de un natural pacífico y condescendiente. Cuando,
en nuestros juegos, alguno se empeñaba en negarle sus derechos de ganador.
En la Aparición del
Ángel, se postró al igual que su hermana y yo, llevado por una fuerza
sobrenatural que a eso nos movía; pero, sin embargo, la oración la aprendió de
tanto repetirla nosotras, pues decía que no había oído nada al Ángel.
Más delante, cuando se
les apareció Nuestra Señora, él, feliz, manifestando lo alegre que se sentía por
la promesa de ir al Cielo, cruzando las manos sobre el pecho, decía:
– Querida Señora mía,
rezaré todos los rosarios que Tú quieras.
Y desde entonces tomó
la costumbre de separarse de nosotras como paseando; y, si alguna vez le
llamaba y le preguntaba sobre lo que estaba haciendo, levantaba el brazo y me
mostraba el rosario.
Si le decía que viniese
a jugar, que después rezaríamos todos juntos, respondía:
– Después rezo también.
¿No recuerdas que Nuestra Señora dijo que tenía que rezar muchos rosarios?
Cierto día, me dijo:
– Gocé mucho al ver el
Ángel, pero más aún me gustó Nuestra Señora. Con lo que más gocé, fue ver a
Nuestro Señor, en aquella luz que Nuestra Señora nos introdujo en el pecho.
¡Gozo tanto de Dios! ¡Pero Él está tan
disgustado a causa de tantos pecados! Nunca debemos cometer ninguno.
Propongámonos aprovechar todas las ocasiones que tengamos para cumplir
lo que Dios quiere de nosotros.
…
Para terminar, rezamos la novena y las letanías en honor de los santos
Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos añadir también la Coronilla
del Amor de la Sagrada Familia.
viernes, 3 de mayo de 2019
DÍA 26 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 26.
El Apóstol san Pablo dice que Dios elige lo que el mundo desprecia, lo
que no vale a los ojos de los que se creen sabios, poderosos e importantes (ver
1ª Corintios 1, 27).
Los tres pastorcitos, elegidos por Nuestra Señora para dar su mensaje al
mundo, eran niños sencillos, nacidos en familias pobres, creyentes y
trabajadoras. Lucía era la menor de siete hermanos. En el momento de las
apariciones del ángel,ella tenía nueve años. Jacinta y Francisco, sus primos, eran
también los menores de siete hermanos. En 1916 Jacinta tenía seis años, y Francisco
ocho.
Nos cuenta Lucía en sus “Memorias”: “antes de los hechos de 1917,
exceptuando los lazos de familia que nos unían, ningún otro afecto particular
me hacía preferir la compañía de Jacinta y Francisco a la de cualquier otra;
por el contrario, su compañía se me hacía a veces, bastante antipática, por su
carácter demasiado susceptible. La menor contrariedad, que siempre hay entre
niños cuando juegan, era suficiente para que se quedase mucha y enfadada. Para
hacerle volver a ocupar su puesto en el juego, no bastaban las más dulces
caricias que en tales ocasiones los niños saben hacer. Era preciso dejarle elegir
el juego y la pareja con la que quería jugar…
Sin embargo, ya tenía muy buen corazón y el buen Dios le había dotado de
un carácter dulce y tierno, que la hacía, al mismo tiempo, amable y atractiva.
Jacinta era muy sensible y amena; le encantaba bailar, y era también muy
tierna con los animales. Le agradaba mucho tomar los corderitos blancos, sentarse
con ellos en brazos, abrazarlos, besarlos y, por la noche, traérselos a casa a
cuestas, para que no se cansasen.
Un día, al volver a casa, se puso en medio del rebaño.
– Jacinta ¿para qué vas ahí en medio de las ovejas? – pregunté.
– Para hacer como Nuestro Señor, que, en aquella estampa que me dieron,
también estaba así, en medio de muchas y con una en los hombros.
Aprendamos de estos niños a corregir nuestros defectos y a cultivar
nuestras buenas disposiciones. Dicen algunos predicadores que nuestra alma es
como un jardín, y tenemos la responsabilidad de sacar las plantas malas, que
son los defectos, y cuidar las buenas, que son las virtudes.
Para terminar, rezamos la novena y las letanías en honor de los santos
Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos añadir también la Coronilla
del Amor de la Sagrada Familia.
jueves, 2 de mayo de 2019
DÍA 25 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 25.
Ante todo, observemos Dios quiso preparar a estos niños para su
encuentro con Nuestra Señora por medio del Ángel de la Paz, casi un año antes.
Fue en la primavera europea de 1916.
Algo curioso que notaron los niños es que las apariciones del ángel los
dejaba como sin fuerzas, aunque con una gran paz.
Relata Lucía: Cuando hablábamos del Ángel, no sé lo que sentíamos.
Jacinta decía:
– No sé lo que siento. Yo no puedo hablar, ni cantar, ni jugar, ni tengo
fuerza para nada.
– Yo tampoco –respondió Francisco– pero… ¿qué importa? El Ángel es más
bello que todo esto. Pensemos en él.
No sé por qué las apariciones de Nuestra Señora producían en nosotros
efectos muy diferentes. La misma alegría interior, la misma paz y felicidad,
pero en vez de este abatimiento físico, una cierta agilidad expansiva; en vez
de este anonadamiento en la Divina Presencia, un desborde de alegría; en vez de
esa dificultad en hablar, un cierto entusiasmo comunicativo.
Si bien Dios tenía planes grandes y misteriosos sobre los tres niños,
como se lo dijo el mismo ángel de la paz, ya antes de las apariciones ellos
vivían en un clima de fe, esa fe que habían aprendido en su familia. Para
ellos, hablar de Dios, de la Virgen, de los ángeles era cosa de todos los días,
incluso en sus juegos: ellos decían que la luna era la lámpara de la Virgen, y
el sol la de Jesús; las estrellas las encendían los ángeles. Cuando la luna no
aparecía, decían que la lámpara de la Virgen se había quedado sin aceite.
Ellos tenían también sus defectos, pero Dios, que ama a todos, dice en
el Evangelio que el Reino de los Cielos es de los niños. Por eso debemos
conservar un corazón limpio.
Pidamos a Dios nuestro Padre que siempre pensemos en las cosas de la
fe, que son importantes porque son verdaderas.
A partir de hoy, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
jueves, 25 de abril de 2019
DÍA 24 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 24.
Para terminar esta tercera etapa en nuestro camino de preparación para
consagrarnos a la Virgen, hoy meditaremos sobre los misterios de gloria de la
vida de Jesús y María.
Es la cuarta corona del santo rosario.
La gloria es la alegría, el triunfo, la paz de la vida nueva de Jesús resucitado:
Él estuvo verdaderamente muerto, pero al tercer día resucitó, y su cuerpo está
totalmente cambiado, aunque es el mismo. Nosotros no podemos ni imaginarlo,
porque es algo totalmente distinto a lo que vivimos nosotros: quien resucita ya
no sigue creciendo, no envejece, no se enferma, no tiene dolores, no volverá a
morir… Jesús nos ha prometido que eso sucederá a cada uno de nosotros cuando Él
vuelva.
Cuando rezamos la oración llamada el “Credo”, por ejemplo en la Misa,
decimos: “y de nuevo vendrá con Gloria”. Podemos decir que Jesús mismo es la
Gloria, porque Él es la Vida, la Luz, la Resurrección. Así lo dijo a santa
Marta cuando iba a resucitar a su hermano Lázaro: “Yo soy la Resurrección y la
Vida” (san Juan 11, 25).
Cuando rezamos el rosario, los dos últimos misterios se refieren
directamente a la Virgen: contemplamos cómo Ella es llevada al Cielo en cuerpo
y alma, y cómo Dios le da una corona de Reina. Jesucristo es Rey de todo el
Universo, como lo recuerda la Iglesia cada año antes de comenzar su preparación
a la Navidad. Y junto a Él, Nuestra Señora reina sobre toda las creaturas de
Dios.
Estos son los dos únicos misterios del rosario que no están relatados
directamente en la Biblia, pero que la Iglesia reconoce y enseña meditando en cómo
Dios quiso premiarla por su fidelidad..
Por eso, el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, nos muestra a
María como una mujer revestida con la luz del sol, coronada de doce estrellas y
con la luna bajo sus pies. Así la vio también santa Catalina Labouré, y es la
imagen que conocemos como “la Medalla Milagrosa”. Así esperamos ver también en
el cielo a nuestra Madre.
Pidamos a María que tener un gran amor a su Hijo, para no ofenderlo y
no apartarnos de Él por el pecado, y una gran confianza en su amor al rezar
Para finalizar, después de haber reflexionado, rezaremos la Coronilla
del Amor a la Sagrada Familia.
DÍA 23 de la Preparación para consagrarse a la Virgen
Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 23.
Hoy meditaremos sobre los misterios de dolor de la vida de Jesús y
María.
Podemos decir que toda la vida de Jesús, con san José y la Virgen, es
como un tapiz, en el que se van entrelazando los hilos de diferentes colores
para formar una imagen. Podemos comprender esta comparación si miramos un
tejido artesanal, o quizá nosotros mismos hemos hecho una tarea así.
En la vida de la Sagrada Familia hay momentos de alegría y momentos de
pena, como en nuestras propias familias. El amor de los cristianos lo tenido
siempre en cuenta, y lo ha meditado con prácticas de oración muy antiguas, como
los gozos y dolores de san José y los de la Virgen. Todo va llevando a la luz
de la Resurrección, en donde ya todo es alegría…
Nuestra Señora acompañó siempre a su Hijo desde el silencio con su
oración. Y cuando llegó el momento del máximo sufrimiento de Jesús, allí estuvo
Ella, junto a la Cruz. Las mujeres lo acompañaban llorando. Los discípulos
habían escapado con miedo, aunque uno de ellos, Juan, el discípulo amado, se
arrepintió pronto y estuvo también junto a la Cruz. En ese momento, Jesús hizo
algo muy importante: nos dejó como Madre a su propia Madre. Mirándola con amor,
le dijo: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”; y a Juan le dijo: “¡Ahí tienes a tu
Madre!”.
En ese apóstol estábamos representados todos los cristianos, los que
somos hijos de Dios por el bautismo. Por eso decimos que la Virgen es “nuestra
mamá del cielo”, la que tiene por cada uno de nosotros un amor más grande y más
intenso que el de todas las madres juntas.
Un gran santo, que desde pequeño amaba mucho a Nuestra Señora, san Juan
María Vianney, más conocido como el Santo Cura de Ars, llega a decir que el
amor de todas las mamás juntas comparado con el de la Virgen es como un pedazo
de hielo.
Pero, además, es un amor no sólo tierno sino poderoso: Ella consigue de
la bondad de Dios todo lo que necesitamos y le pedimos por medio de Ella, si es
verdaderamente para nuestro bien.
Para finalizar, después de haber reflexionado, rezaremos la Coronilla
del Amor a la Sagrada Familia.
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