Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 30.
Cuando conocemos las apariciones de Nuestra Señora a Lucía, Jacinta y
Francisco, vemos cómo ellos compartieron la misma experiencia de amor de Dios,
pero cada uno de una manera distinta.
A Francisco una de las cosas que más le impresionó fue la tristeza de
Dios y de la Virgen. Así lo cuenta Lucía en sus Memorias…
Lo que más le impresionó y absorbió era Dios, la Santísima Trinidad, en
esa luz inmensa que nos penetraba hasta en lo más íntimo del alma. Después él
decía:
– Estábamos ardiendo en aquella
luz y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? ¡No se puede decir! Esto sí que nadie
lo puede decir. Da pena que esté tan triste. ¡si yo le pudiese consolar!
Francisco era de pocas palabras; y para hacer su oración y ofrecer sus
sacrificios, le gustaba ocultarse hasta de Jacinta y de mí. No pocas veces le
sorprendíamos detrás de una pared o de un matorral, donde, de una manera
disimulada, se había escapado de los juegos para de rodillas, rezar o pensar,
como él decía, en Nuestro Señor, que estaba triste por causa de tantos pecados.
Un día le pregunté:
– Francisco, a ti, ¿qué te gusta más: consolar a Nuestro Señor, o
convertir a los pecadores para que no vayan más almas al infierno?
– Me gusta mucho más consolar a Nuestro Señor. ¿No te fijaste como
Nuestra Señora, en el último mes, se puso tan triste cuando dijo que no se
ofendiese más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido? Yo deseo consolar
a Nuestro Señor, y después convertir a los pecadores para que nunca más lo
vuelvan a ofender.
Cuando íbamos a la escuela, a veces, me decía:
– Ahora, tú vas a la escuela. Yo me quedo aquí en la iglesia, junto a
Jesús escondido. Yo no necesito aprender a leer, pues dentro de muy poco me iré
al Cielo. Cuando regreséis, pasad por aquí a llamarme.
Y allí le encontraba cuando regresaba.
Admirando el gran amor de Francisco a nuestro Señor, pidamos que
también nosotros tengamos el deseo de estar con él e ir al cielo.
Para terminar, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
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