Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 25.
Ante todo, observemos Dios quiso preparar a estos niños para su
encuentro con Nuestra Señora por medio del Ángel de la Paz, casi un año antes.
Fue en la primavera europea de 1916.
Algo curioso que notaron los niños es que las apariciones del ángel los
dejaba como sin fuerzas, aunque con una gran paz.
Relata Lucía: Cuando hablábamos del Ángel, no sé lo que sentíamos.
Jacinta decía:
– No sé lo que siento. Yo no puedo hablar, ni cantar, ni jugar, ni tengo
fuerza para nada.
– Yo tampoco –respondió Francisco– pero… ¿qué importa? El Ángel es más
bello que todo esto. Pensemos en él.
No sé por qué las apariciones de Nuestra Señora producían en nosotros
efectos muy diferentes. La misma alegría interior, la misma paz y felicidad,
pero en vez de este abatimiento físico, una cierta agilidad expansiva; en vez
de este anonadamiento en la Divina Presencia, un desborde de alegría; en vez de
esa dificultad en hablar, un cierto entusiasmo comunicativo.
Si bien Dios tenía planes grandes y misteriosos sobre los tres niños,
como se lo dijo el mismo ángel de la paz, ya antes de las apariciones ellos
vivían en un clima de fe, esa fe que habían aprendido en su familia. Para
ellos, hablar de Dios, de la Virgen, de los ángeles era cosa de todos los días,
incluso en sus juegos: ellos decían que la luna era la lámpara de la Virgen, y
el sol la de Jesús; las estrellas las encendían los ángeles. Cuando la luna no
aparecía, decían que la lámpara de la Virgen se había quedado sin aceite.
Ellos tenían también sus defectos, pero Dios, que ama a todos, dice en
el Evangelio que el Reino de los Cielos es de los niños. Por eso debemos
conservar un corazón limpio.
Pidamos a Dios nuestro Padre que siempre pensemos en las cosas de la
fe, que son importantes porque son verdaderas.
A partir de hoy, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
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