Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 31.
Estamos llegando al final de nuestro camino de preparación para
consagrarnos, para entregarle nuestro corazón y toda nuestra vida a Jesús, por
medio de nuestra Señora.
Jesús y María nos aman mucho, y nosotros debemos también amarlos mucho a
ellos, y querer que otros los conozcan y amen. Esta es la gran misión que la
Virgen le dio a nuestros tres amiguitos, los pastorcitos de Fátima.
Después de las apariciones del año 1917, Francisco y Jacinta tuvieron
otras visiones, antes de que Nuestra Señora los llevase al cielo, y también
Lucía, en su larga vida. Por ejemplo, estando ya en el convento, el 10 de
diciembre del año 1925, se le apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso
en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el
hombro, le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado
de espinas.
Al mismo tiempo, dijo el Niño:
– Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de
espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga
un acto de reparación para arrancárselas.
Y le pide la práctica de los cinco primeros sábados. En febrero del año
siguiente, vuelve a aparecérsele el Niño Jesús, esta vez solo, y le pregunta:
– ¿Has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?
Y diciendo esto, se transforma en un Niño resplandeciente. Conociendo entonces
que era Jesús, Lucía le cuenta las dificultades que encuentra.
Jesús le dice:
– Es cierto, hija mía, que muchas almas comienzan los cinco primeros
sábados, pero pocas los acaban; y las que los terminan, es con el fin de
recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que los
hagan con fervor y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del Cielo,
que aquellas que hagan los todos los misterios del rosario con tibieza e
indiferencia.
Pidamos a Jesús que nuestro amor a Él y a su Madre sea siempre fuerte,
y todo lo que hagamos, sea rezar, aceptar un sufrimiento o realizar una buena
acción, lo hagamos con generosidad y alegría..
Para terminar, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
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