martes, 7 de mayo de 2019

DÍA 31 de la Preparación para consagrarse a la Virgen


Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos o leemos la reflexión del día 31.
Estamos llegando al final de nuestro camino de preparación para consagrarnos, para entregarle nuestro corazón y toda nuestra vida a Jesús, por medio de nuestra Señora.
Jesús y María nos aman mucho, y nosotros debemos también amarlos mucho a ellos, y querer que otros los conozcan y amen. Esta es la gran misión que la Virgen le dio a nuestros tres amiguitos, los pastorcitos de Fátima.
Después de las apariciones del año 1917, Francisco y Jacinta tuvieron otras visiones, antes de que Nuestra Señora los llevase al cielo, y también Lucía, en su larga vida. Por ejemplo, estando ya en el convento, el 10 de diciembre del año 1925, se le apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el hombro, le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado de espinas.
Al mismo tiempo, dijo el Niño:
– Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas.
Y le pide la práctica de los cinco primeros sábados. En febrero del año siguiente, vuelve a aparecérsele el Niño Jesús, esta vez solo, y le pregunta:
– ¿Has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?
Y diciendo esto, se transforma en un Niño resplandeciente. Conociendo entonces que era Jesús, Lucía le cuenta las dificultades que encuentra.
Jesús le dice:
– Es cierto, hija mía, que muchas almas comienzan los cinco primeros sábados, pero pocas los acaban; y las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que los hagan con fervor y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del Cielo, que aquellas que hagan los todos los misterios del rosario con tibieza e indiferencia.
Pidamos a Jesús que nuestro amor a Él y a su Madre sea siempre fuerte, y todo lo que hagamos, sea rezar, aceptar un sufrimiento o realizar una buena acción, lo hagamos con generosidad y alegría..
Para terminar, rezaremos la novena y las letanías en honor de los santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.

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