sábado, 4 de mayo de 2019

DÍA 27 de la Preparación para consagrarse a la Virgen


Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos o leemos la reflexión del día 27.
Hay un hecho muy curioso en la experiencia espiritual de nuestros tres amiguitos, Jacinta, Francisco y Lucía, en las apariciones de Fátima.
Lucía, la mayor, era la que hablaba con el ángel y con Nuestra Señora; Jacinta veía y oía, pero no hablaba; y Francisco, solamente veía.
No debemos apresurarnos a interpretar lo que Dios tenía preparado a cada uno de ellos. Dios nos ama a cada uno con un amor único e irrepetible, y para cada uno tiene un modo distinto de comunicarse, aunque vivamos unidos en el amor.
Hablando del temperamento de Francisco, nos dice Lucía en sus “Memorias”: “Francisco no parecía hermano de Jacinta, sino en la fisonomía del rostro y en la práctica de la virtud. No era tan caprichoso y vivo como ella. Al contrario, era de un natural pacífico y condescendiente. Cuando, en nuestros juegos, alguno se empeñaba en negarle sus derechos de ganador.
En la Aparición del Ángel, se postró al igual que su hermana y yo, llevado por una fuerza sobrenatural que a eso nos movía; pero, sin embargo, la oración la aprendió de tanto repetirla nosotras, pues decía que no había oído nada al Ángel.
Más delante, cuando se les apareció Nuestra Señora, él, feliz, manifestando lo alegre que se sentía por la promesa de ir al Cielo, cruzando las manos sobre el pecho, decía:
– Querida Señora mía, rezaré todos los rosarios que Tú quieras.
Y desde entonces tomó la costumbre de separarse de nosotras como paseando; y, si alguna vez le llamaba y le preguntaba sobre lo que estaba haciendo, levantaba el brazo y me mostraba el rosario.
Si le decía que viniese a jugar, que después rezaríamos todos juntos, respondía:
– Después rezo también. ¿No recuerdas que Nuestra Señora dijo que tenía que rezar muchos rosarios?
Cierto día, me dijo:
– Gocé mucho al ver el Ángel, pero más aún me gustó Nuestra Señora. Con lo que más gocé, fue ver a Nuestro Señor, en aquella luz que Nuestra Señora nos introdujo en el pecho. ¡Gozo  tanto de Dios! ¡Pero Él está tan disgustado a causa de tantos pecados! Nunca debemos cometer ninguno.
Propongámonos aprovechar todas las ocasiones que tengamos para cumplir lo que Dios quiere de nosotros.
Para terminar, rezamos la novena y las letanías en honor de los santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos añadir también la Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.

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