Querida familia, queridos chicos:
Después de haber cantado algunas estrofas de “El Ave María de Fátima”, escuchamos
o leemos la reflexión del día 33.
En este último día de nuestra preparación, meditaremos sobre la partida
al cielo de Jacinta, la más pequeña, que fue un 20 de febrero de 1920.
Como su hermano Francisco, ella sufrió una larga y dolorosa enfermedad,
que ella ofrecía por los pecadores, como se lo había pedido Nuestra Señora.
Ya en la primera aparición del 13 de mayo, la Virgen les había dicho:
-Tendréis mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra
fortaleza.
Cuando estaba enferma, María Santísima la visitó varias veces. Jacinta
decía:
– Nuestra Señora me ha dicho que voy a ir a Lisboa, a otro hospital, que
no volveré a verte, ni a mis padres; que después de sufrir mucho, moriré sola;
pero que no tenga miedo: Ella me irá a buscar para llevarme al Cielo.
Y abrazándome, decía llorando:
– Nunca más volveré a verte; tú no irás a visitarme allí. ¡Oye! reza
mucho por mí, que moriré solita.
– No pienses en eso – le dije.
– Déjame pensar, porque cuanto más pienso, sufro más. Y yo quiero sufrir
por amor a Nuestro Señor y por los pecadores. Y, además, no me importa; Nuestra
Señora me irá a buscar allí para llevarme al Cielo.
A veces, besaba un crucifijo y lo abrazaba..
Una vez le pregunté:
– ¿Qué vas a hacer en el Cielo?
– Voy a amar mucho a Jesús, al Inmaculado Corazón de María; pediré mucho
por ti, por los pecadores, por el Santo Padre, por mis padres y hermanos, y por
todas esas personas que me han dicho que pida por ellas.
Llegó por fin el día de salir para Lisboa; la despedida partía el
corazón.
Permaneció mucho tiempo abrazada a mi cuello, y decía llorando:
– Nunca más volveremos a vernos. Reza mucho por mí hasta que yo vaya al
Cielo; después, cuando yo esté allí, pediré mucho por ti.
De Lisboa me mandó todavía decir que Nuestra Señora ya la había ido a
ver; que le había dicho la hora y el día en que moriría, y me recomendaba que
fuese muy buena.
Queridos niños, querida familia: demos gracias a Dios y a Nuestra Señora porque nos han ayudado a llegar al final de este camino de preparación. Y
pidámosles que, desde el día de nuestra Consagración, seamos cada día más
buenos, según el deseo de Jesús y de su Madre y el ejemplo de los santos.
Para terminar, rezaremos la novena y las letanías en honor de los
santos Jacinta y Francisco Marto. Si lo deseamos, podemos rezar también la
Coronilla del Amor de la Sagrada Familia.
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